En una época muy lejana, los planetas todavía no eran tan coloridos y hermosos como lo son hoy. Los planetas eran aburridos, porque en ellos todo era gris, como en las teles en blanco y negro. No había arcoíris, ni multicolores flores ni animalillos. Tampoco existían los ríos, ni las cascadas. Todos los planetas – y también nuestra Tierra - eran grises, rocosos y desiertos.
Pero muy lejos, en un rincón de nuestra galaxia, había un pequeño planeta cuya existencia nadie conocía. A sus habitantes les gustaba llamarlo Planeta de los Colores, porque claro… de todo el universo, éste era el único planeta que era coloreado. Aquí podían encontrarse todos los tonos que podamos imaginar porque, en este planeta, habitaban los colores.
El Planeta de los Colores era extraordinariamente hermoso. Puede ser que ahora, soñando con el paraíso, la gente va a querer viajar allá; pero por supuesto… éste planeta no se convirtió inmediatamente en un lugar paradisíaco. Cuando nacieron los colores, hubo muchísimos problemas y complicaciones.
En un principio, en el planeta vivían sólo tres colores, cada cual en su propio rincón, y sin saber de la existencia de los demás.
En el norte del planeta vivía el más frío de todos los colores. Por supuesto que él no lo sabía, y se sentía muy orgulloso de sí mismo. Era un color muy húmedo, y por eso vivía en una vertiente, lo cual lo había ayudado mucho en la vida. Así, cuando quería observar qué pasaba en el mundo, lo único que tenía que hacer era fluir desde su fuente, convirtiéndose en un río, y serpentear hacia el sur entre rocas y piedras. Después, el río se convertía en mar, y el océano también era llenado con éste color (Azul).
En otro rincón del planeta vivía un segundo color. No era líquido y viscoso como el Azul, sino inquieto y curioso. El no caminaba ni corría, ¡más bien brincaba entre piedra y piedra!
Jugaba día y noche, y controlarlo era imposible. Ningún atrevido habría podido hacerlo, porque este era un color muy ardiente. ¡Era una pequeña lucecilla saltarina! Sin embargo, no le hacía al planeta ningún daño, porque vivía sólo entre las piedras y, como bien sabemos, las piedras no se queman (Rojo). A él también, al igual que al Azul, le gustaba viajar, pero ambos aún no se habían encontrado.
Todavía otro color habitaba el Planeta de los Colores. Era muy bueno e inofensivo (a diferencia del Rojo, que en caso de peligro podía quemar, o del Azul, que podía congelar), pero siempre estaba tan alegre y radiante que podía iluminar a cualquiera, incluso al alma más dura. Siempre era agradable estar con él, y por eso lo llamaban "el color cálido". Cuentan que era hijo del Sol, quien lo envió en forma de un rayo para iluminar. Y esto era lo que hacía; volaba alrededor del rocoso planeta y lo iluminaba mientras buscaba amigos, y cuando se cansaba, se desparramaba sobre las piedras convirtiéndose en arena (Amarillo).
Estaba una vez el Amarillo, en forma de arena descansando y ¡ZAZ!... un ruido, luego otro aún más fuerte, y todo se ilumina con colores desconocidos para él. A un lado, frío… al otro, calor. Se asustó tanto que saltó de donde estaba. El Rojo y el Azul también se asustaron al verse el uno al otro. El primero en recuperarse de la impresión fue el amarillo, y se alegró mucho de que aparecieran criaturas parecidas a él mismo.
Y así fue como se conocieron. Y cuando se dieron cuenta de que eran los únicos habitantes del planeta, decidieron no pelearse por el derecho a ser considerado el color principal, y se llamaron a sí mismos "colores primarios". Desde ese entonces, así es como se les conoce.
Estaban los colores muy contentos del encuentro, pero el Rojo y el Amarillo sentían que se empezaban a congelar cuando el Azul andaba cerca, por lo que se tomaron de las manos para calentarse (de lo cual al Azul no dijeron nada para no ofenderlo, pues eran muy respetuosos). ¡Pero sus manos se humedecieron y se pegaron! Y así es como vieron aparecer un nuevo color, nunca visto hasta entonces. Era un color en forma de círculo, redondo, el cual sonrió y empezó a rodar. Era el Naranjo, aún más cálido que el Amarillo, y tan movedizo como el Rojo. Le crecieron unos pequeños rayos en la cabeza, y por eso lo llamaron "Solcito". Todos los colores lo querían mucho.
Después el Azul, de puro contento que estaba, tomó las manos del Amarillo y las sacudió, y entonces en la arenosa orilla del río azul apareció una ramita verde, la cual pronto se convirtió en un árbol. ¡Y todo el planeta brotó!
Luego el Rojo, aunque todavía asustado del frío, decidió felicitar al Azul. Con los ojos entrecerrados le dio la mano y… ¡todo pareció hervir!, como si de repente las aguas hubieran inundado una hoguera. Salió humo y se formó una nubecilla violeta.
¡Una sexta maravilla! Pensaron los colores, y el Azul y el Amarillo se felicitaron el uno al otro… y entonces sucedió un nuevo milagro: si la mano del Amarillo oprimía con más fuerza, aparecía un color verde claro como el de la lechuga. Y si apretaba más el Azul, salía un color esmeralda, y así resultaba una cantidad infinita de variedades – todas ellas verdes. Estas hermanas verdes fueron llamadas "tonalidades", aunque también se conseguían a partir de todos los demás colores. Las tonalidades que se acercaban al Azul fueron llamadas "colores fríos", mientras que aquellas más parecidas al Amarillo se llamaron "colores cálidos". ¡Y las tonalidades del Naranja fueron siempre cálidas, al igual que Solcito!
Todo marchaba perfectamente. Sin embargo, una vez corría Solcito por un camino, y vio una pequeña grieta azul en el suelo, y decidió sumergirse en ella. Entró a la grieta – salió… y estaba irreconocible: ¡todo sucio! Los demás colores se avergonzaron de él. Solcito lloró, y decidió que nunca más tocaría nada azul. ¡Y hasta el día de hoy, de la mezcla entre el azul y el naranja resulta un color feo y repulsivo!
Algo parecido provocó el rayito amarillo, que decidió posarse sobre una nube violeta. Se sentó sobre ella, ¡y sobre el planeta cayó una lluvia mugrienta!
Y luego la lucecilla roja fue a jugar a un prado verde, accidentalmente chocó contra él… ¡y quemó todo el pasto!
Desde entonces Azul y Naranja, Violeta y Amarillo, Verde y Rojo, se ven el uno a otro en un camino y tratan de no tocarse, se dan una vuelta para pasar por el lado contrario y, por eso, se llamaron "colores opuestos".
Excepto por esta confusión, no existían otros problemas en el Planeta de los Colores, y en él se vivía una luminosa vida festiva… pero una mañana, al despertar los colores no lograron entender lo que veían: todos habían cambiado. Como si el Azul siguiera siendo tan frío, y el Rojo y el Amarillo tan cálidos, pero se veían ahora mucho más pálidos, más suaves. Y los prados verdes flotaban en una neblina… Así es como apareció el Blanco entre los colores. Era el más limpio y luminoso de todos ellos, porque vivía en una tierra cristalina. Los demás colores aceptaron su compañía, y lo quisieron por su pureza. Debido a que el Blanco no era ni frío ni cálido, fue llamado "color neutro".
Pero éste no era el único color neutro existente en el planeta. Por supuesto, el otro no era precisamente blanco. Este otro color vivía en las profundidades del planeta, y dormía todo el tiempo. Pero cuando los colores se conocieron y arriba en el mundo comenzó a vivirse una vida alegre, las risas y ruidos despertaron a este malvado color. Comenzó entonces a buscar una salida hacia la superficie, para castigar a quienes habían provocado su molestia.
Y este día terrible llegó. Los colores encontraron una caverna, a través de la cual el Negro reptó desde los abismos. ¡Comenzó a avanzar una insoportable oscuridad! Los colores chocaban, se arrastraban, no sabían qué hacer. Todos comenzaron a llamar a la luz blanca, pidiendo su ayuda, pero ella, parada frente a la oscuridad, su asustó y se escondió en un rincón. Sólo el valiente Solcito decidió enfrentar la batalla. Así fue como envió al villano de vuelta a su caverna… pero él mismo se mezcló con el Negro, convirtiéndose en tierra de color Café (esto es lo único para lo que el Negro ha servido).
Por largo tiempo, los colores lloraron a su querido, heroico y arruinado Naranjo. Una corriente de lágrimas se derramó sobre la tierra, y entonces de ella crecieron muchas flores de una belleza nunca antes vista, y los colores comprendieron que Solcito siempre estaría con ellos.
No por mucho tiempo existió este hermoso planeta. Nuevos desastres cayeron sobre él. Un cometa se estrelló contra el Planeta de los Colores, y éste se desintegró en pequeños pedazos. Éstos se esparcieron por toda la galaxia y llegaron a muchos planetas, incluido el nuestro. Y así es como hoy los colores viven entre nosotros, y los llamamos con los mismos nombres por los que, desde un principio, han sido conocidos.