El niño posee una fuerza interior que se manifiesta por un interés particular hacia los objetos del mundo exterior. El niño forma sus primeras ideas abstractas a través de sus sentidos, con ayuda de la educación.
María Montessori elaboró el material que mejor corresponde a la situación del niño, a las proporciones de su cuerpo y a su estructura mental.
La estética de las formas y los colores no son indiferentes al niño. Contribuye a suscitar su interés y facilita su perseverancia.
M. Montessori no ignoraba que la mejor educación se realiza en contacto con el mundo real, que no excluyó de su sistema. Por el contrario, introdujo “los ejercicios de la vida practica” (cultivo de plantas, cuidado de animales domésticos, etc.)
Los sentidos, centros nerviosos y músculos constituyen un conjunto: el cuerpo, que debe estar al servicio de la inteligencia y de toda la persona humana. En cuanto a los ejercicios sensoriales, no constituyen mas que un “medio” por el cual el niño sienta las bases para una vida más rica.
La educación sensorial, se encuentra vinculada con la vida del cuerpo, pero también con la del espíritu. Ayuda a los niños a buscar un comportamiento armonioso y adaptarse con más facilidad a la vida social.
Los resultados del método montessoriano fueron espectaculares en el aprendizaje de la lectura y de la escritura.
Se considerará al material exclusivamente como un medio de instrucción, si bien su finalidad no es únicamente la de transmitir el conocimiento. A través de él debe buscarse el objetivo global de la pedagogía montessoriana: el desarrollo de la personalidad y del mismo hombre.
El material educativo constituye verdaderamente la base del sistema montessoriano. El niño dedicado a trabajar con intensa atención se forja un potencial intelectual y espiritual precioso para su porvenir.