La vida en las aulas nunca ha sido sencilla, los alumnos lo saben bien (estudiar, trabajos, exámenes…) y las familias también. Pero ahora parece que hay más complicaciones a parte del estudio: "Hoy me han pegado en clase", "no quiero ir al instituto, me van a matar…", "¿el móvil? Es que lo perdí…" son frases que cada vez suenan más. Aún hay más… ¿qué debemos hacer cuando una encuesta oficial dice que un 40% de alumnado sufre agresiones verbales, insultos o motes? ¿Qué sucede cuando un informe europeo dice que España está a la cola en calidad educativa en el viejo continente? ¿Qué ocurre si un 8% del profesorado sufre agresiones físicas y otro 3% agresiones de familiares de los alumnos? ¿Y qué hacemos cuando tenemos en una misma clase 18 nacionalidades distintas?
En el libro 'Cuando no puedas con ellos... Propuestas pedagógicas para la mejora de la dinámica del aula' se plantean soluciones a este tipo de problemas desde dos líneas de acción: la mejora de los procesos de enseñanza/aprendizaje, y el tratamiento directo de los conflictos de aula.
Por un lado hay que mejorar académicamente los resultados de nuestros alumnos, para ello debemos conocer su estilo de aprendizaje, adaptar a ellos nuestro estilo de enseñanza, motivar eficazmente a los alumnos y dotarlos de estrategias y técnicas de aprendizaje y estudio que les ayuden a sentirse realizados como estudiantes. Este tipo de medidas ayudaría a alumnos, familias y profesorado.
Como tratamiento directo de los conflictos se plantean varias alternativas como la mediación (llevada a cabo con éxito en iniciativas como el Programa Gernika), el Plan de Convivencia y las Aulas de Convivencia (desarrolladas en Comunidad Valenciana), los programas de Inteligencia Emocional, y las técnicas conductistas de modificación de conducta (como los programas de economía de fichas, contratos de contingencias…), junto a otras constructivistas como los talleres de Habilidades Sociales y de Comunicación. Debemos lograr que los alumnos puedan resolver los conflictos por sí mismos sin utilizar la violencia, y que partiendo del diálogo y el acercamiento de posturas lleguen a plantear soluciones reales a sus problemas.
Por otra parte, debemos recordar la importancia del apoyo –tanto por parte del profesorado como del alumnado–, a los agredidos, y también a los agresores. El primero para fomentar su autoestima, y el segundo para adquirir vías de comunicación que sean socialmente aceptables.
Películas como ‘La Clase’ muestran una realidad creciente en nuestros centros educativos, y una realidad ante la que nuestro sistema debe actuar. Necesitamos un sistema educativo que premie el esfuerzo, que implique a las familias como máximas responsables de la educación de sus hijos, que valore a los profesionales de la educación y que afronte de una vez los retos que la sociedad actual plantea. Necesitamos invertir en educación, mientras Finlandia invierte un 14% del PIB, España invirtió un 4% el año pasado, por debajo de los países de la OCDE. La educación no es un arma política, es necesario llegar a un pacto político en el que lo primordial sea la mejora de los alumnos, y la formación optimizada de los mismos. imparte clase en el colegio San Enrique, de Quart de Poblet (Valencia) y es autor de ‘Cuando no puedas con ellos...’, de la editorial Diálogo.)
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